viernes, 4 de septiembre de 2009

La llave de la fraternidad. Un Nuevo JAPÓN universal...?!

Gracias, Ignacio.
Realmente buen resumen, que suscribo. Lo llevo al BLOG, es bien interesante la visión de un estadista japones, que aquí tanto se hecha en falta, sin duda.
Un abrazo.
Mikel


El 04/09/09 Ignacio F.A. (Burdiña) escribió:

El nuevo primer ministro japonés en las recientes elecciones, YUKIO HAYOYAMA, con una proclama enviada a la prensa ha expuesto sus opiniones sobre la crisis actual de la que he entresacado unos párrafos generalistas.
Realmente da la impresión de haber sido inspirados por nuestro burdiñola Mikel Orrantia. Solo le hubiese faltado utilizar la voz "convivialidad".
Un abrazo a tod@s ,
Ignacio

La llave de la fraternidad


La reciente crisis financiera, sin embargo, nos ha obligado a enfrentarnos a la realidad. ¿Cómo podemos acabar con el fundamentalismo de mercado y con el capitalismo financiero, que carecen de consideraciones morales, para proteger las finanzas y la forma de vida de nuestros ciudadanos? Ése es el gran desafío del presente.

De lo que se trata es de regresar a la idea de la fraternidad - como en el lema francés de "libertad, igualdad, fraternidad" - como la fuerza moderadora que rebaja los peligros inherentes al uso de la libertad. Tal como yo la entiendo, esa fraternidad debe limitar los excesos de la globalización y recuperar las prácticas económicas locales que proceden de cultivar nuestras tradiciones.

El orden económico y las actividades económicas locales de cualquier país se van configurando a lo largo de los años y reflejan la influencia de sus tradiciones, sus hábitos y el estilo de vida nacional. La globalización ha avanzado sin tener en cuenta los valores no económicos, ni las cuestiones ambientales, ni los problemas derivados del progresivo agotamiento de los recursos. Si analizamos los cambios en la sociedad japonesa que han ocurrido desde el final de la guerra fría, creo que no es exagerado decir que la economía global ha dañado las actividades económicas tradicionales y ha destruido a las comunidades locales.

El capital y los medios de producción pueden moverse ahora fácilmente de uno a otro lado de las fronteras internacionales. Sin embargo, la gente no puede hacerlo con tanta facilidad. En términos de cálculo económico, la gente simplemente es un gasto de personal, pero en el mundo real la gente apoya el tejido de la comunidad local y es la personificación física de su estilo de vida, sus tradiciones y su cultura.

Nuestra responsabilidad como políticos es volver a concentrar nuestra atención en los valores no económicos que han sido lanzados a un lado por la marcha de la globalización. Debemos desarrollar políticas que regeneren los lazos que unen a la gente, que tengan más respeto al medio ambiente, que reconstruyan los sistemas de beneficencia y las ayudas médicas, que faciliten una educación mejor y que apoyen la crianza de los hijos, y se enfrenten a la desigualdad en la riqueza.

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