ciencia, método
científico, tradiciones, mitos
publicado
el 20 de mayo de 2004
Buenas y malas razones para creer
Por Richard Dawkins - publicado
el 20 de mayo de 2004
Querida Juliet:
Ahora que has cumplido 10 años,
quiero escribirte acerca de una cosa que para mi es muy importante. ¿Alguna vez
te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos? ¿Cómo sabemos, por
ejemplo, que las estrellas que parecen pequeños alfilerazos en el cielo, son en
realidad gigantescas bolas de fuego como el Sol, pero que están muy lejanas? ¿Y
cómo sabemos que la Tierra es una bola más pequeña, que gira alrededor de esas
estrellas, el Sol?
La respuesta a esas preguntas es
"por la evidencia". A veces, "evidencia" significa
literalmente ver (u oír, palpar, oler) que una cosa es cierta. Los astronautas
se han alejado de la Tierra lo suficiente como para ver con sus propios ojos
que es redonda. Otras veces, nuestros ojos necesitan ayuda. El "lucero del
alba" parece un brillante centelleo en el cielo, pero con un telescopio
podemos ver que se trata de una hermosa esfera: el planeta que llamamos Venus.
Lo que aprendemos viéndolo directamente (u oyéndolo, palpándolo, etc.) se llama
"observación".
Muchas veces, la evidencia no sólo
es pura observación, pero siempre se basa en la observación. Cuando se ha
cometido un asesinato, es corriente que nadie lo haya observado (excepto el
asesino y la persona asesinada). Pero los investigadores pueden reunir otras
muchas observaciones, que en un conjunto señalen a un sospechoso concreto. Si
las huellas dactilares de una persona coinciden con las encontradas en el
puñal, eso demuestra que dicha persona lo tocó. No demuestra que cometiera el
asesinato, pero además pueda ayudar a demostrarlo si existen otras muchas
evidencias que apunten a la misma persona. A veces, un detective se pone a
pensar en un montón de observaciones y de repente se da cuenta que todas encajan
en su sitio y cobran sentido si suponemos que fue Fulano el que cometió el
asesinato.
Los científicos -especialistas en
descubrir lo que es cierto en el mundo y el Universo- trabajan muchas veces
como detectives. Hacen una suposición (ellos la llaman hipótesis) de lo que
podría ser cierto. Y a continuación se dicen: si esto fuera verdaderamente así,
deberíamos observar tal y cual cosa. A esto se llama predicción. Por ejemplo si
el mundo fuera verdaderamente redondo, podríamos predecir que un viajero que
avance siempre en la misma dirección acabará por llegar a mismo punto del que
partió. Cuando el médico dice que tienes sarampión, no es que te haya mirado y
haya visto el sarampión. Su primera mirada le proporciona una hipótesis:
podrías tener sarampión. Entonces, va y se dice: "Si de verdad tiene el
sarampión, debería ver...." y empieza a repasar toda su lista de
predicciones, comprobándolas con los ojos (¿tienes manchas?), con las manos
(¿tienes caliente la frente?) y con los oídos (¿te suena el pecho como suena
cuando se tiene el sarampión?). Sólo entonces se decide a declarar
"Diagnostico que la niña tiene sarampión". A veces, los médicos
necesitan realizar otras pruebas, como análisis de sangre o rayos x, para
complementar las observaciones hechas con sus ojos, manos y oídos.
La manera en que los científicos
utilizan la evidencia para aprender cosas del mundo es tan ingeniosa y
complicada que no te la puedo explicar en una carta tan breve. Pero dejemos por
ahora la evidencia, que es una buena razón para creer algo, porque quiero
advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman
"tradición", "autoridad" y "revelación".
Empecemos por la tradición. Hace
unos meses estuve en televisión, charlando con unos 50 niños. Estos niños
invitados habían sido educados en diferentes religiones: había cristianos,
judíos, musulmanes, hindúes, sijs... El presentador iba con el micrófono de
niño en niño, preguntándoles lo que creían. Lo que los niños decían demuestra
exactamente lo que yo entiendo por "tradición". Sus creencias no
tenían nada que ver con la evidencia. Se limitaban a repetir las creencias de
sus padres y de sus abuelos, que tampoco estaban basadas en ninguna evidencia.
Decían cosas como "los hindúes creemos tal y cual cosa", "los
musulmanes creemos esto y lo otro", "los cristianos creemos otra cosa
diferente".
Como es lógico, dado que cada uno
creía cosas diferentes, era imposible que todos tuvieran razón. Por lo visto,
al hombre del micrófono esto le parecía muy bien, y ni siquiera los animó a
discutir sus diferencias. Pero no es esto lo que me interesa de momento. Lo que
quiero es preguntar de dónde habían salido sus creencias. Habían salido de la
tradición. La tradición es la trasmisión de creencias de los abuelos a los
padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que
se siguen leyendo durante siglos. Muchas veces, las creencias tradicionales se
originan casi de la nada: es posible que alguien las inventara en algún
momento, como tuvo que ocurrir con las ideas de Thor y Zeus; pero cuando se han
transmitido durante unos cuantos siglos, el hecho mismo de que sean muy
antiguas las convierte en especiales. La gente cree ciertas cosas sólo porque
mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición.
El problema con la tradición es
que, por muy antigua que sea una historia, es igual de cierta o de falsa que
cuando se inventó la idea original. Si te inventas una historia que no es
verdad, no se hará más verdadera porque se trasmita durante siglos, por muchos
siglos que sean.
En Inglaterra, gran parte de la
población ha sido bautizada en la Iglesia Anglicana, que no es más que una de
las muchas ramas de la religión cristiana. Existen otras ramas, como la
ortodoxa rusa, la católica romana y la metodista. Cada una cree cosas
diferentes. La religión judía y la musulmana son un poco más diferentes, y
también existen varias clases distintas de judíos y de musulmanes. La gente que
cree una cosa está dispuesta a hacer la guerra contra los que creen cosas ligeramente
distintas, de manera que se podrá pensar que tienen muy buenas razones
-evidencias- para creer lo que creen. Pero lo cierto es que sus diferentes
creencias se deben únicamente a diferentes tradiciones.
Vamos a hablar de una tradición
concreta. Los católicos creen que María, la madre de Jesús, era tan especial
que no murió, sino que fue elevada al cielo con su cuerpo físico. Otras
tradiciones cristianas discrepan, diciendo que María murió como cualquier otra
persona. Estas otras religiones no hablan mucho de María, ni la llaman
"Reina del cielo", como hacen los católicos. La tradición que afirma
que el cuerpo de María fue elevado al cielo no es muy antigua. La Biblia no
dice nada de cómo o cuándo murió; de hecho, a la pobre mujer apenas se la menciona
en la Biblia. Lo de que su cuerpo fue elevado a los cielos no se inventó hasta
unos seis siglos después de Cristo. Al principio, no era más que un cuento
inventado, como Blancanieves o cualquier otro. Pero con el paso de los siglos
se fue convirtiendo en una tradición y la gente empezó a tomársela en serio,
sólo porque la historia se había ido transmitiendo a lo largo de muchas
generaciones. Cuanto más antigua es una tradición, más en serio se la toma la
gente. Y por fin, en tiempos muy recientes, se declaró que era una creencia
oficial de la Iglesia Católica: esto ocurrió en 1950, cuando yo tenía la edad
que tienes tú ahora. Pero la historia no era más verídica en 1950 que cuando se
inventó por primera vez, seiscientos años después de la muerte de María.
Al final de esta carta volveré a
hablar de la tradición, para considerarla de una manera diferente. Pero antes
tengo que hablarte de la otras dos malas razones para creer una cosa: la
autoridad y la revelación.
La autoridad, como razón para creer
algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que
lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el
Papa, y la gente cree que tiene que tener razón sólo porque es el Papa. En una
de las ramas de la religión musulmana, las personas más importantes son unos
ancianos barbudos llamados ayatolás. En nuestro país hay muchos musulmanes
dispuestos a cometer asesinatos sólo porque los ayatolás de un país lejano les
dicen que lo hagan.
Cuando te decía que en 1950 se dijo
por fin a los católicos que tenían que creer en la asunción a los cielos del
cuerpo de María, lo que quería decir es que en 1950 el Papa les dijo que tenían
que creer en ello. Con eso bastaba. ¡El Papa decía que era verdad, luego tenía
que ser verdad! Ahora bien, lo más probable es que, de todo lo que dijo el Papa
a lo largo de su vida, algunas cosas fueron ciertas y otras no fueron ciertas.
No existe ninguna razón válida para creer que todo lo que diga sólo porque es
el Papa, del mismo modo que no tienes porque creer todo lo que te diga
cualquier otra persona. El Papa actual ha ordenado a sus seguidores que no
limiten el número de sus hijos. Si la gente sigue su autoridad tan ciegamente
como a él le gustaría, el resultado sería terrible: hambre, enfermedades y
guerras provocadas por la sobrepoblación.
Por supuesto, también en la ciencia
ocurre a veces que no hemos visto personalmente la evidencia, y tenemos que
aceptar la palabra de alguien. Por ejemplo, yo no he visto con mis propios ojos
ninguna prueba de que la luz avance a una velocidad de 300.000 kilómetros por
segundo, sin embargo, creo en los libros que me dicen la velocidad de la luz.
Esto podría parecer "autoridad" pero en realidad es mucho mejor que
la autoridad, porque la gente que escribió esos libros sí que había observado
la evidencia, y cualquiera puede comprobar dicha evidencia siempre que lo
desee. Esto resulta muy reconfortante. Pero ni siquiera los sacerdotes se
atreven a decir que exista alguna evidencia de su historia acerca de la subida
a los cielos del cuerpo de María.
La tercera mala razón para creer en
las cosas se llama "revelación". Si en 1950 le hubieras podido
preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo,
lo más probable es que te hubiera respondido que "se le había revelado".
Lo que hizo fue encerrarse en su habitación y rezar pidiendo orientación. Había
pensado y pensado, siempre solo, y cada vez se sentía más convencido. Cuando
las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta,
aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación
"revelación". No sólo los Papas aseguran tener revelaciones. Las
tienen montones de personas de todas las religiones, y es una de las
principales razones por las que creen las cosas que creen. Pero ¿es una buena
razón?
Supón que te digo que tu perro ha
muerto. Te pondrías muy triste y probablemente me preguntarías: "¿Estás
seguro? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo ha sucedido?" y supón que yo te respondo:
"En realidad no sé que Pepe ha muerto. No tengo ninguna evidencia. Pero
siento en mi interior la curiosa sensación de que ha muerto". Te
enfadarías conmigo por haberte asustado, porque sabes que una
"sensación" interior no es razón suficiente para creer que un lebrel
ha muerto. Hacen falta pruebas. Todos tenemos sensaciones interiores de vez en
cuando, y a veces resulta que son acertadas y otras veces no lo son. Está claro
que dos personas distintas pueden tener sensaciones contrarias, de modo que
¿cómo vamos a decidir cuál de las dos acierta? La única manera de asegurarse
que un perro está muerto es verlo muerto, oír que su corazón se ha parado, o
que nos lo cuente alguien que haya visto u oído alguna evidencia real de que ha
muerto.
A veces, la gente dice que hay que
creer en las sensaciones internas, porque si no, nunca podrás confiar en cosas
como "mi mujer me ama". Pero éste es un mal argumento. Puedes
encontrar abundantes pruebas de que alguien te ama. Si estás con alguien que te
quiere, durante todo el día estarás viendo y oyendo pequeños fragmentos de
evidencia, que se van sumando. No se trata de una pura sensación interior, como
la que los sacerdotes llaman revelación. Hay datos exteriores que confirman la
sensación interior: miradas en los ojos, entonaciones cariñosas en la voz,
pequeños favores y amabilidades; todo eso es auténtica evidencia.
A veces, una persona siente una
fuerte sensación interior de que alguien la ama sin basarse en ninguna
evidencia, y en estos casos lo más probable es que esté completamente
equivocada. Existen personas con una firme convicción interior de que una
famosa estrella de cine las ama, aunque en realidad la estrella ni siquiera las
conoce. Esta clase de personas tienen la mente enferma. Las sensaciones
interiores tienen que estar respaldadas por evidencias; si no, no podemos
fiarnos de ellas.
Las intuiciones resultan muy útiles
en la ciencia, pero sólo para darte ideas que luego hay que poner a prueba
buscando evidencias. Un científico puede tener una "corazonada"
acerca de una idea que, de momento, sólo "le parece" acertada. En sí
misma, ésta no es una buena razón para creer nada; pero sí que puede razón
suficiente para dedicar algún tiempo a realizar un experimento concreto o
buscar pruebas de una manera concreta. Los científicos utilizan constantemente
sus sensaciones interiores para sacar ideas; pero estas ideas no valen nada si
no se apoyan con evidencias.
Te prometí que volveríamos a lo de
la tradición, para considerarla de una manera distinta. Me gustaría intentar
explicar por qué la tradición es importante para nosotros. Todos los animales
están construidos (por el proceso que llamamos evolución) para sobrevivir en el
lugar donde su especie vive habitualmente. Los leones están equipados para
sobrevivir en las llanuras de África. Los cangrejos de río están construidos
para sobrevivir en agua salada. También las personas somos animales, y estamos
construidos para sobrevivir en un mundo lleno de... otras personas. La mayoría
de nosotros no tienen que cazar su propia comida, como los leones y los
bogavantes; se las compramos a otras personas, que a su vez se la compraron a
otras. Nadamos en un "mar de gente". Lo mismo que el pez necesita
branquias para sobrevivir en el agua, la gente necesita cerebros para poder
tratar con otra gente. El mar de está lleno de agua salada, pero el mar de gente
está lleno de cosas difíciles de aprender. Como el idioma.
Tú hablas inglés, pero tu amiga
Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de vosotras habla el idioma que le permite
hablar en su "mar de gente". El idioma se transmite por tradición. No
existe otra manera. En Inglaterra, tu perro Pepe es a dog. En Alemania, es ein
Hund. Ninguna de estas palabras es más correcta o más verdadera que la
otra. Las dos se transmiten de manera muy simple. Para poder nadar bien en su
propio "mar de gente", los niños tienen que aprender el idioma de su
país y otras muchas cosas acerca de su pueblo; y esto significa que tienen que
absorber, como si fuera papel secante, una enorme cantidad de información
tradicional. (Recuerda que "información tradicional" significa,
simplemente, cosas que se transmiten de abuelos a padres y de padres a hijos.)
El cerebro del niño tiene que absorber toda esta información tradicional, y no
se puede esperar que el niño seleccione la información buena y útil, como las
palabras del idioma, descartando la información falsa o estúpida, como creer en
brujas, en diablos y en vírgenes inmortales.
Es una pena, pero no se puede
evitar que las cosas sean así. Como los niños tienen que absorber tanta
información tradicional, es probable que tiendan a creer todo lo que los
adultos les dicen, sea cierto o falso, tengan razón o no. Muchas cosas que los
adultos les dicen son ciertas y se basan en evidencias, o, por lo menos en el
sentido común. Pero si les dicen algo que sea falso, estúpido o incluso
maligno, ¿cómo pueden evitar que el niño se lo crea también? ¿Y que harán esos
niños cuando lleguen a adultos? Pues seguro que contárselo a los niños de la
siguiente generación. Y así, en cuanto la gente ha empezado a creerse una cosa
-aunque sea completamente falsa y nunca existan razones para creérsela-, se
puede seguir creyendo para siempre.
¿Podría ser esto lo que ha ocurrido
con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la
inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las
oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre..., ninguna de
estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones
de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando
todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.
Otros millones de personas creen en
cosas diferentes, porque se les dijo que creyesen en ellas cuando eran niños. A
los niños musulmanes se les dice cosas diferentes de las que se les dicen a los
niños cristianos, y ambos grupos crecen absolutamente convencidos de que ellos
tienen razón y los otros se equivocan. Incluso entre los cristianos, los
católicos creen cosas diferentes de las que creen los anglicanos, los
episcopalianos, los shakers, los cuáqueros, los mormones o los holly rollers, y
todos están absolutamente convencidos de que ellos tienen razón y los otros
están equivocados. Creen cosas diferentes exactamente por las mismas razones
por las que tú hablas inglés y tu amiga Ann-Kathrin habla alemán. Cada una de los
dos idiomas es el idioma correcto en su país. Pero de las religiones no se
puede decir que cada una de ellas sea la correcta en su propio país, porque
cada religión afirma cosas diferentes y contradice a las demás. María no puede
estar viva en la católica Irlanda del Sur y muerta en la protestante Irlanda
del Norte.
¿Qué se puede hacer con todo esto?
A ti no te va a resultar fácil hacer nada, porque sólo tienes 10 años. Pero
podrías probar una cosa: la próxima vez que alguien te diga algo que parezca importante
piensa para tus adentros: "¿Es ésta una de esas cosas que la gente suele
creer basándose en evidencias? ¿O es una de esas cosas que la gente cree por la
tradición, autoridad o revelación?" Y la próxima vez que alguien te diga
que una cosa es verdad, prueba a preguntarle "¿Qué pruebas existen de
ello?" Y si no pueden darte una respuesta, espero que te lo pienses muy
bien antes de creer una sola palabra de lo que te digan.
Te quiere,
Papá.
Richard Dawkins es
biólogo evolutivo, nació en Nairobi, Kenya, en 1941 y se educó en la
Universidad de Oxford. Comenzó su carrera como investigador en los 60, estudiando
bajo la dirección del etólogo Nico Tinbergen, ganador del premio Nóbel, y desde
entonces su trabajo ha girado en torno a la evolución del comportamiento. Ha
obtenido las cátedras Gifford de la Universidad de Glasgow y Sidwich del Newham
College de Cambridge. Además ha sido profesor de zoología de las universidades
de Oxford y California, ha presentado programas de la BBC y dirigido varias
publicaciones científicas. En 1995 se convirtió en el primer titular de la
recién creada cátedra Charles Simony de Divulgación Científica en la
Universidad de Oxford.
Autor de obras muy leídas como:
·
El gen egoísta (1976; segunda
edición, 1989; tercera, 2006)
·
El fenotipo extendido (1982)
·
El relojero ciego
·
El río del Edén (1995)
·
Escalando el monte improbable
(1996)
·
Destejiendo el arco iris (1998) —
Dawkins, con ironía pero también con rigor científico, se enfrenta a las
pseudociencias mostrando lo que son: fraude, ilusión, alucinación, error o
embuste.
·
El capellán del diablo (2003)
·
The Ancestor's Tale: A Pilgrimage to
the Dawn of Evolution (2004); El cuento del antepasado: un viaje a los albores
de la evolución (2008)
·
The God Delusion (2006); El
espejismo de Dios (2007)
·
The Greatest Show on Earth: The
Evidence for Evolution (2009) (Evolución. El mayor espectáculo sobre la Tierra)
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