martes, 22 de abril de 2008

EL PROLETARIADO MILITANTE

Tengo sueño y no duermo, bién
Salud.
Tengo un sueño que pela el sentir. pero solo me ataca al medio día y por la tarde. Sucede desde hace unos días y me tiene preocupado. Me despierto allá por las cinco o las seis de la mañana y, todo lucido, abro los ojos como si estuviera desde hace horas trabajando. Sería capaz de volver a leer EL PROLEATRIADO MILITANTE (Barcelona 1901), autoría de uno de los padres del anarquismo internacionalista ibérico: Anselmo Lorenzo (Toledo 1841 - Barcelona 1914)... Pero no sucumbo a la tentación, de momento. El buen hombre, Lorenzo, reconocido humanista por la mayoría sensata de los historiadores del movimiento obrero europeo del periodo, reputado humanista libertario y activo militante de la AIT (Asociación Internacional del Trabajo – Primera Internacional Obrera), sección española, murió decepcionado por la clase que tanto defendió, los obreros, debido a su implicación en la Iª Guerra Mundial (europea) sumergidos por el magma de los nacionalismos de Estado y la manipulación del odio y la ignorancia: ¡esas ‘ideas’ si que son peligrosas!. Reivindicaba (con sus contemporáneos conmilitones, la verdad, la justicia y la moral, así, con mayúsculas. Y, gritaban al viento cosas como: ¡no más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes! Ideas que se reflejaban en el “Programa de la Alianza de la Democracia Socialista” impulsado, entre otros, por el anarquista europeo (ruso) Bakunin... ¡Conceptos, palabras, con sabor a miel natural! Digo yo, hoy y aquí. Palabras, conceptos de interés muy actual; como cuando dice Anselmo que: "Resulta verdaderamente pueril la idea de dirigirse resuelta y directamente a la Revolución Social, como cosa sencilla y fácilmente asequible, contando con medios tan escasos que ni alcanzaban para las atenciones de la vida ordinaria. (...) ignorancia proletaria (lo define), consecuencia de la tradicional creencia en el milagro (añade), desconocimiento absoluto de la evolución histórica: he ahí las causas de tal puerilidad (...)”, remata nuestro insigne prócer… Digo yo que deben de ser los efectos alucinatorios del insomnio, los que me hacen volver a leer este tipo de cosas, e identificarme con ellas: ¡hace treinta años habría sido muy critico con esas ideas, supongo, cosas de juventud, pienso… Pero ¿¡hoy, aquí!? ¡¿Con el acceso a la información que tenemos?!: ¡Hay tanto percebe con pinta de desalmado, que se dice revolucionario porque insulta y grita y alardea... y, a veces, mata, rompe o ensucia…!
Otro día os cuento mas y mejores cosas, cuando vuelva a dormir mejor… seguramente… Eso creo. Amén.
Agur.
OrrantiaTar
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Libertad y convivialidad, son mi estilo de vida

3 comentarios:

  1. Pues como leas las declaraciones de Anguita se te quita el sueño para los restos.

    El que faltaba!

    Beso.

    M.

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  2. De: Daniel
    Fecha: Wed, 23 Apr 2008 11:40:09
    Asunto: Sobre la moral

    Hola Mikel,

    Gracias por las líneas sobre el tipógrafo Lorenzo. Quiero creer que la ética/moral estuvo siempre en el corazón de nuestro activismo politico, fuera de las tácticas/estrategias/objetivos, y espero que sea lo ultimo que perdamos, junto a la otra del Alcoyano, por el duro camino de la vida.

    Aquí te mando con cariño la para mí gloriosa obra de Kropotkin sobre el tema en formato electronico.

    Saludos lapones (de Laponia - Finlandia, no de los otros),
    Dani

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  3. Amigo Mikel:
    Quería situar este comentario en el BLOG para tu tema político sobre anarquismo, lo escribo pero no consigo colocarlo. Si te parece oportuno lo puedes situar.
    Salud,
    Ignacio

    LIBERTAD Y REALIDAD
    Es evidente que para los habitantes de la parte del mundo que podemos llamar desarrollada, con nivel de bienestar (educación, poder adquisitivo, ocio, salud, etc.) aceptable en una proporción elevada, resultan aun atractivas la mayor parte de teorías alrededor de sistemas libertarios. Hasta el tecnócrata Koldo Saratxaga practica aplicaciones industriales en ese sentido y causa auténticos terremotos como el reciente en el Grupo Mondragón.
    Alguna vez hemos conversado sobre ello y, a pesar de reconocer las razones humanas y estético – utópicas en su favor, siempre me han quedado dos cuestiones de difícil comprensión.
    Una, el empleo de la violencia para acceder a la implantación efectiva de esas teorías libertarias: pasar de la filosofía a la realidad que, como sabemos es terca y persistente. Y no quisiera juzgar hechos pasados o históricos, que opino deben ser considerados caso a caso, sino enfocarme solo en el presente. ¿Sería la violencia rechazable solo en situaciones de las llamadas auténticamente democráticas y, posiblemente, aceptable en otras de clara inculcación de mínimos derechos? ¿Cuáles serían los elementos de juicio para distinguirlas? ¿Es solo cuestión de dejar campo libre al individuo o al grupo y que después la historia lo juzgue? Ardua cuestión.
    Otra, la estructura que se pueda considerar más próxima a los ideales libertarios en caso de contemplar “gobiernos” (dura palabra para esas ideas) en esa onda. No olvidemos que en la 2ª República hubo ministra y hay que reconocer los enormes avances sociales y humanos obtenidos en las disposiciones legisladas. ¿Es el sistema confederal el más próximo a ese “gobierno” libertario? A pesar de alguna experiencia histórica, cuando el mundo no era tan complicado, no resulta de aplicación sencilla en la actualidad. Transcribo a continuación como base de debate una opinión de hoy mismo. Seguiremos.
    El síndrome confederal
    ANTONIO ELORZA (EL PAÍS, 29/05/2008)
    En sus explicaciones sobre el pensamiento político del siglo XIX, José Antonio Maravall no ocultaba su simpatía por Francisco Pi y Margall. Su proyecto de organización federal de España, asentado sobre las reformas sociales, le parecía a largo plazo mucho más realista que la centralización y el nacionalismo español conservadores de Cánovas. Había sin embargo un punto débil. Pi no percibía la distinción entre federación y confederación, esto es, entre la articulación de sucesivos niveles de poder hasta configurar un centro último de decisiones, la federación, y la primacía reservada a la "soberanía" de cada uno de los Estados asociados sobre las competencias delegadas a un centro reducido a funciones de coordinación, la confederación.


    La descentralización de competencias puede ser muy amplia en la federación, incluso en el nuevo federalismo cabe insistir en la importancia de las funciones compartidas entre el Estado central y los Estados federados, pero el núcleo de las decisiones políticas y la garantía de la igualdad de derechos permanecen en manos del Gobierno y las instituciones federales. La ventaja aparente de la confederación reside en "sentirse cómodos" (Maragall) y su gran inconveniente en que la paridad entre los componentes, así como la simple condición de mediador del centro, impiden que el Estado cree un mecanismo eficaz de resolución de los conflictos. Además, según advirtiera Hamilton en El Federalista, sobre la experiencia de los primeros pasos confederales en Norteamérica, el predominio de los intereses propios daba lugar a verse "alternativamente amigos y enemigos entre sí, con mutuos celos y rivalidades".

    Las confederaciones han estallado en los dos últimos siglos una tras otra. Recordemos la trágica explosión de Yugoslavia al hacer valer Milosevic el predominio fáctico de Serbia sobre las reglas confederales establecidas por la Constitución de 1974, empezando por la rotación de la presidencia. En cuanto a la Confederación suiza, por la Constitución de 1999, se autodefine como Estado federal.

    En ésta y en otras cuestiones, nuestra clase política no escapa a la calificación establecida por el arbitrista González de Cellorigo, quien en "el tiempo del Quijote" definía a España como "una república de hombres encantados", en estado de permanente disociación respecto de la realidad. Asuntos como la montaña de juicios sin tramitar o la increíble peripecia de los policías tipo Sed de mal en Coslada llevan a la pregunta de si tienen existencia real los ministerios y organismos competentes. Otro tanto cabe decir de los grandes especialistas que hubieran debido ir más allá del tema de la constitucionalidad formal de los nuevos Estatutos, catalán a la cabeza, preguntándose por el curso que iba a adoptar el propio Estado de entrar en vigor esta singular reforma del orden constitucional, socavando la estructura del mismo en nombre del principio de bilateralidad. El Consejo de Estado emitió un notable dictamen de alcance general al que nadie hizo caso. Luego, silencio.

    España no se ha roto, pero la aplicación del criterio de la comodidad, un policentrismo de hecho, muestra cómo la deriva confederal introduce crecientes elementos de disociación. "A cada comunidad, su río", de manera que en tiempo de sequía el Estado tiene que acudir a solidaridades de partido y a eufemismos para que el agua disponible llegue a quien la necesita. No es cuestión de conferencias ni de buenas voluntades: la soberanía de una comunidad sobre tales recursos contradice el interés general. Otro tanto cabe decir de la reforma financiera inter-territorial. Puede ser necesaria para quienes más pagan como Cataluña (o Baleares, o Madrid), pero lo grave es el planteamiento del president Montilla, que se limita a esgrimir frente al Estado la supuesta imposibilidad de que Cataluña soporte la situación actual, proponiendo la aplicación del principio que ya contenía la Constitución de los confederados en la guerra de Secesión americana: no aportar recursos para disminuir la desigualdad inter-territorial. Es la afirmación más nítida de un principio de bilateralidad, que reposa sobre la lógica interna del Estatut, por encima de los remiendos para "constitucionalizarlo": hay una nación, Cataluña, y un Estado español, nunca España. De nuevo conferencias y tratos para salir del paso. Falta un mecanismo constitucional, de carácter federal, que aborde tales conflictos de decisiva importancia.

    No hablemos de Ibarretxe. Incluso un hombre discreto como Montilla, ex ministro, acepta la falsa evidencia de que es posible pensarlo todo exclusivamente desde Cataluña, que resulta lógica la hegemonía impuesta al modo de Quebec hasta el límite en la enseñanza y en la expresión pública de la "lengua propia" sobre el idioma de todos, que la política de apoyo a los inmigrantes musulmanes, como explica el profesor Moreras, entregada a ERC, tenga por objetivo ganarles para la idea de la independencia de Cataluña, que la idea de solidaridad característica de la izquierda haya sido reemplazada por la defensa a ultranza de los propios intereses económicos.

    Claro que Cataluña da muchos votos al PSC y que cualquier lector de su ponencia política puede apreciar el apego del PP a una concepción preconstitucional, unitaria, sin nacionalidades, de la nación española. Petición final: que Montilla, de un lado, y el ponente popular, de otro, dejen de mencionar el nombre de federación contradiciendo su significado.

    Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

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