miércoles, 20 de enero de 2010

HAITI: el horror de los libertos rebeldes en la historia

EN HOMENAJE A HAITIANOS QUE SUFREN

HAITI: La maldición blanca

Por: Eduardo Galeano, escrito el 4 de abril del 2004


El Bombero español Óscar Vega Carrera con el niño de dos años Redjeson Hausteen Claude, tras ser rescatado de los escombros de su casa (foto AP). DOMINGO, ENERO 17, 2010.

Haití: la maldición Blanca. Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Este artículo de Eduardo Galeano fue publicado en abril de 2004 en varios periódicos latinoamericanos. Estremecedor relato de la historia de Haiti, la cual nos ayuda a entender lo que ha pasado y por qué todos somos culpables, las claves que ha llevado a convertir a la perla del Caribe en el país más pobre del hemisferio. Como dice Galeano al final, Haití "aún espera las manos de su gente", por las manos de todos aquellos que tengan conciencia y corazón.
LA MALDICIÓN BLANCA
Eduardo Galeano (en: es.Wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano)

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.

Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones. Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.

De la maldición blanca, no se habló.

La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado:
—¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias?
—El anterior.
—Pues, que se restablezca.

Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados.

Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.

Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.

En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

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En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública.

La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia. Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años.
Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe.

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Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios.

Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso.

Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes.

En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.

Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.


Salud.

HAITI es una desgraciada historia iniciada con un acto libertario y rebelde que dio pie a la primera insurrección triunfante de esclavos y a la primera Nación realmente libre de la historia de la humanidad. Aunque bien poco duro la euforia en la casa del liberto.

Como en “QUEIMADA” da la impresión surrealista de que estaríamos ante la proyección de una película, una epopeya espartaquista, una historia de rebeldías y fracasos de atormentados seres humanos, de origen esclavos y negros raptados de sus respectivas familias y pueblos, explotados y mal gobernados, represaliados por propios y ajenos, y que cuando los dioses se acuerdan de ellos es para enviarles tremendas catástrofes: ¿cómo castigo a su ignorancia e incultura promovidas?. Ni HAITI con su primigenia gesta histórica de la patria abolicionista fundada por libertos, ni la película QUEIMADA que me trae a la memoria su historia, no ha sido precisamente muy reconocidas por la historia cultural, a cuya represión incansables, por parte de los poderes de dominio de los últimos siglo y medio, se debe el desamparo y abandono y represión de sus pobladores, forzados reconvertidos a revolucionarios, derrotados ciudadanos sin historia, orgullo ni capacidad colectiva o individual para ponerse otra vez de pie por el pánico histórico que las historias familiares deben comunicar de generación en generación desde mediados el siglo XIX , cuando dieron inicio a las luchas por librarse de su condena que les decían eterna sus amos, por voluntad de dios, ganaron y los poderes e intereses del momento, cuando se levantaron contra las cadenas de la esclavitud del desarrollismo imperialista occidental... Al parecer, dios (cualesquiera de los únicos dioses verdaderos existentes) se une hoy y ayer a los esclavistas vengativos y arrasa la miseria, el hambre y el abandono secular y represaliado de los haitianos de ayer y de hoy. ¿Será por su mal comportamiento fundacional como pueblo libertario, al lograr abolir la esclavitud de su propia mano, medio siglo antes de que las grandes potencias civilizadas, democráticas y religiosas no les quedase otro remedio que hacerlo…?. Y, recuerdo la excelente película antiimperialista de Pontecorvo

"QUEIMADA", con Marlon Brando… Una película necesaria y valiente para comprender HAITI y otros países, el colonialismo y neocolonialismo y otras cosas e ideas.

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SINOPSIS: A pesar de los recortes y prohibiciones y marginación que tuvo que sufrir por parte de los poderes políticos de varios países (la España franquista entre ellos) y a manos de una parte de las industrias culturales que hicieron de ella, a pesar de su calidad innegable, un fracaso comercial y una película ‘de culto’. Aun así, la QUEIMADA que llegó a los espectadores es una excelente y libertaria película anticolonialista, dirigida por Gillo Pontecorvo en 1969.
QUEIMADA nos cuenta una historia verosímil ambientada en una isla caribeña. A mediados del siglo XIX, el gobierno británico envía a William Walker (Marlon Brando), agente secreto y aventurero, a la isla de Queimada, una isla caribeña, un paraíso natural que el hombre ha convertido en un infierno. Su misión consiste en cambiar de mano el control el monopolio del comercio del azúcar, controlado en aquellos días por los portugueses. En las plantaciones, y en la sociedad colonial, el trabajo era desempeñado por maltratados esclavos negros.
Este drama sobre el colonialismo latinoamericano de mediados del siglo XIX, narra la historia de un mercenario británico, William Walker; un agente agitador que acude a la isla en dos ocasiones, la primera para incentivar y organizar la revuelta anticolonial de los esclavos; tras el triunfo de su misión, la segunda haciéndose llamar y contratar por una atemorizada burguesía criolla local, a ponerse de parte de la facción occidental, durante una nueva rebelión de los antiguos esclavos proletarizados y mal explotados por la burguesía criolla que se hizo con el poder a las espaldas del esfuerzo y rebeldía de los esclavos negros.
El agente de inteligencia desarrolla un papel central que permite a Pontecorvo plantear su discurso y denuncia de una situación de partida sumida en la lamentable incultura y desnaturalización de los esclavos que les pone a los pies de agentes provocadores. Desde su llega a la isla enviado por las multinacionales londinenses de las materias primas, en concreto del azúcar, el agente provocador tiene el objetivo de movilizar y organizar a los negros insatisfechos con su destino. Deberá prepararlos para una revuelta controlada suficiente para lograr la expulsión de la isla del viejo colonialismo portugués, pero, al mismo tiempo, debe controlarlos y evitar que la rebelión derive en una revolución anticolonialista consolidada.
Todo ello, adelantándose a lo que puede venir; cuando y porque los esclavos de las vastas plantaciones de caña de azúcar portuguesas de la ficticia QUEIMADA, dada su violenta e inútil explotación tiránica inhumana y criminal, están a punto de convertir su miserable sino en rebelión, acabar con la esclavitud, y quizá, quien sabe, implantar una republica de libertos negros que podría devenir contagiosa no solo en el Caribe colonial de la época...
Los británicos están más que dispuestos a echar una mano ‘amiga’ a los esclavos; pero es a la burguesía criolla autóctona a la que pretenden dirigir y controlar, para que esta a su vez, impida la revolución triunfante de los libertos esclavos negros e implante una forma de gobierno y de explotación de los recursos de la Isla, económicamente sostenible y factible de ser explotada por la metrópoli inglesa.
Para ello, Inglaterra, con la colaboración de la burguesía criolla local, envían al agente William Walker (Marlon Brando) con una pérfida triple misión: Poner el mercado de la caña de azúcar en manos inglesas... provocar la revuelta de los esclavos... y devolver a los esclavos a su servidumbre.
El agente inglés (un magnifico Brando) se dedica desde su llegada a incentivar la revuelta, busca entre los negros un potencial líder y lo encuentra y prepara. El presunto líder y futuro revolucionario José Dolores, aprenderá primero a rebelarse contra el amo blanco de la mano de Bando el agente ingles del que no acaba de fiarse pero al que necesita y lo sabe, para salir del atolladero en el que le mete su temperamento y luego la instigación del agente.

Con el negro de temperamento Dolores de la mano, el agente imperialista Brando dará sentido, organización y liderazgo a la revuelta y la conducirá al triunfo que interesa a aquellos que le pagan por lo que hace bien. Logrando expulsar a los dominadores portugueses; inútiles ya, desde un punto de vista del desarrollo histórico, con su obsoleto sistema de explotación colonial, para imponer el dominio de las multinacionales inglesas, utilizando el neocolonialismo: trabajo organizado, salarios en lugar de esclavos mantenidos, y a través de la ayuda interesada y el control y dependencia económica de créditos para la reconstrucción de la Isla que genera, la imposición del monocultivo de la caña de azúcar y de la dependencia que tiene o tenia del control de precios de materias primas desde la metrópoli londinense.
Por su parte, guiado de la mano ‘amiga’ de Brando, el esclavo rebelde negro Dolores intenta la revolución contra todas las formas de opresión; también contra su propia burguesía blanca criolla, vendida al nuevo colonialismo triunfante. Pero, la isla, una vez más, acaba quemada y los rebeldes irredentos y los radicales que no se resignan a vivir en democracia capitalista y a la derrota de sus ilusiones, y a devenir de esclavos a proletarios mal pagados, serán, a su vez, quemados, apaleados, asesinados, encarcelados y fusilados o ahorcados con su isla y su revolución… como tantas otras veces en la historia y en las narraciones y el cine, con apenas explicaciones alternativas del desigual reparto del poder de dominio y de la riqueza en el mundo.

QUEIMADA es una extraordinaria metáfora final de esa nueva esclavitud asalariada bajo el maldito capitalismo. Una historia muy profunda y humana, y en donde Pontecorvo nos ofrece una fundamental reflexión, o varias, si se desea verlo así.
Fenomenal Marlon Brando, en un papel hecho a su medida, demostrando que todavía era el número uno, y que por supuesto tenía mucho que decir: aquí está soberbio. Y soberbia también esa banda sonora del gran Morricone, un autor que siempre suele estar en grandes acontecimientos.
Excelente película desde todos los puntos de vista; quizá algo lenta en algunas ocasiones, de acuerdo, pero eso sí, la veo cada vez (y van varias) como es una película imprescindible que me llega al alma, hasta el punto de haberme acordado de ella ante la dramática historia de HAITI, la de estos días, y la de su historia: Primera Nación libre de la historia de la humanidad que con la revolución triunfante de sus pobladores esclavos abolió la esclavitud, fue cercada y condenada por los poderes capitalistas y democráticos de este mundo imperialista y forzada por la fuerza a ahogarse en su propia sangre y miseria cíclicamente, por intereses espurios ajenos y propios.
La película supuso un fracaso en la taquilla, originando importantes perdidas económicas ya que fue una producción costosa. Pontecorbo había rodado La batalla de Argel, una obra maestra, pero después de QUEIMADA su producción se resintió. Siempre es tiempo de rescatar películas como esta de las que tan necesitado está el cine actual.
QUEIMADA es obra del director italiano Gillo Pontecorvo (Pisa, 19 de noviembre de 1919 - Roma, 12 de octubre de 2006), afamado y comprometido director que en los años sesenta a ochenta dio significativas películas con cargado sentido político de denuncia de regimenes colonialistas y golpes de poder liberticidas. Quizás a muchos jóvenes de hoy el nombre de este director no les diga nada, quizá su cine tampoco les señale una reflexión o un camino. Les resulte lento, comprometido, cansino, pero se trata de un extraordinario cineasta con una vigorosa narración y tenso mensaje, y con muy buenas películas en su haber, entre ellas "La batalla de Argel", que logró el León de Oro en el Festival de Venecia en el año 1966. En España rodó una película en el año 1979, titulada "Operación Ogro", basada en el asesinato de Carrero Blanco.
Para algunos de sus seguidores, la película más emblemática que dirigió Pontecorvo es esta de QUEIMADA. Sirva pues, también, este comentario al socaire del desastre de HAITI, como un pequeño homenaje al director.
Largometrajes [editar]
1956: La rosa de los vientos (episodio).
1957: Prisioneros del mar.
1960: Kapo.
1965: La magia.
1966: La batalla de Argel.
1968: Queimada.
1979: Operación Ogro.
1996: Festival. The stupids.
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http://www.hoycinema.com/Queimada-1969.htm

Director: Gillo Pontecorvo
Título original: Queimada
Guión: Franco Solinas y Giorgio Arlorio
Producción: Produzioni Europeee Associates (Roma) y Les Productions Artistes Associés (París)
Productor: Alberto Grimaldi
Fotografía: Marcello Gatti (Color Deluxe)
Montaje: Mario Morra
Música original: Ennio Morricone
Intérpretes: Marlon Brando (Sir William Walker), Evaristo Márquez (José Dolores), Renato Salvatori (Teddy Sánchez), Norman Hill (Shelton), Tom Lyons (General Prada), Wanani (Guarina), loseph Persuad (Juanito), Gianpiero Albertini (Henry), Carlo Pammucci (Jack), Cecily Browne (Lady Bella), Dana Ghia (Francesca), Maurice Rodríguez (Ramón), Alejandro Obregón (Comandante inglés)
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