Crisis / Poder de dominio /
'Mercados'
Los que controlan ‘los mercados’ dominan la economía mundial y constituyen
un autentico gobierno en la sombra. Joaquín Arriola macro economista, profesor
y fino analista del poder global y sus peculiaridades desde hace décadas,
aporta luz, en este artículo de DEIA, a la situación critica en la que vivimos
sumergidos y manipulados.
Salud, de mientras.
Mikel-Tar
Behatokia
Unos pagan y otros cobran
No
se puede pensar que la gestión financiera internacional se lleva a cabo al
margen de los principales gobiernos. La colusión de intereses entre bancos
centrales, gobiernos y grandes bancos es uno de los factores que más están
deteriorando la democracia.
Por
Joaquín Arriola, * Profesor titular de Economía Política UPV/EHU
DEIA – OPINIÓN - Viernes, 29 de Junio de 2012
UNA de las cosas que está generando mayor confusión
en la coyuntura de crisis financiera es el comportamiento errático de los
denominados mercados, ajeno aparentemente
a la lógica que parece dictar el sentido común. Cualquiera puede esperar que si
hay un exceso de endeudamiento, porque sea real o porque los mercados así parecen percibirlo, quienes
más se esfuercen por reducir su deuda se verán recompensados con una reducción
del precio a pagar por ella y, a la inversa, los que sigan aumentando su
endeudamiento, verán que cada vez les resulta más caro financiarse.
Pero si se analiza la evolución de la deuda
externa y del precio a pagar por la misma, por ejemplo la tasa de interés por
los bonos a diez años, se comprueba que no hay una correlación clara entre la
evolución del volumen de deuda y el precio de la misma. Los 998.000 millones de
deuda pública alemana a principios de 2010, le costaban 31.000 millones de
euros en intereses. Pero los 1,3 billones de deuda externa pública de finales
de 2011 solo le cuestan 25.000 millones de intereses anuales. Por el contrario,
España, cuya deuda exterior gubernamental y del Banco de España ha pasado de
374.000 millones a 455.000 millones, tenía que recolectar casi 15.000 millones
de euros para pagar intereses, y ahora necesita cerca de 26.000 millones para
hacer frente a esos pagos de la deuda. Los intereses que tiene que pagar España
por su deuda pública externa son los mismos que paga Alemania por una deuda
tres veces mayor.
O dicho en porcentajes: Alemania ha aumentado la
deuda pública externa un 32 %, y los intereses han caído un 20 %. Gran Bretaña
ha aumentado la deuda un 54 % y los pagos por intereses han caído un 23 %. España
ha aumentado la deuda pública en un 22 % y los intereses han aumentado un 75 %.
Italia disminuyó su deuda pública externa en un 0,8 % en esos años, pero fue
condenada a pagar un 63 % más de intereses. Francia, por su parte, aumentó un
11 % la deuda externa pública, pero el pago de intereses solo aumentó un 2 %.
En estas cifras algo no cuadra: los países que
reducen su endeudamiento tienen que pagar más por su deuda y los que la
aumentan se ven recompensados con notables reducciones de tasas de interés. La
cosa no se aclara hasta que salimos del mundo de los economistas, que se reduce
cada vez más a una mera contabilidad de precios y cantidades y observamos la
realidad política, que es la que explica en última instancia estos
comportamientos (aparentemente) irracionales de los mercados. Acaso tenga algo que ver el hecho de que las principales
plazas financieras del Atlántico Norte están precisamente en Nueva York,
Londres y Frankfurt. Es desde ahí que actúan los denominados mercados, que no son sino los
principales bancos internacionales y los fondos de inversión, sean de
pensiones, soberanos o especulativos.
Hace año y medio el New York Times desveló los nombres de los miembros de un comité de
riesgos de las casas de compensación de los mercados de productos derivados.
Thomas J. Benison (de JPMorgan Chase & Company); James J. Hill (de Morgan
Stanley); Athanassios Diplas de (Deutsche Bank); Paul Hamill (de UBS); Paul
Mitrokostas (de Barclay's); Andy Hubbard (de Credit Suisse); Oliver Frankel (de
Goldman Sachs); Ali Balali (de Bank of America); y Biswarup Chatterjee (de
Citigroup) son las personas que participan en diversos comités de esos mercados
opacos en los que se compran y se venden productos financieros basados en otros
productos financieros. Con unas transacciones equivalentes a 498 billones de
euros, con un valor de mercado de 21 billones de euros (muchas transacciones
son derivados de otros productos derivados, de ahí la diferencia entre una y
otra cifra), los grandes bancos y otros especuladores obtienen grandes
beneficios de estos mercados. Pero la utilidad práctica de los mismos es cada
vez más cuestionable. Por ejemplo, sobre seguros sobre créditos, que incluyen
seguros sobre deuda pública -pero no la deuda pública misma- por un valor de
mercado de 1,2 billones de euros, se construyen y se compran y se venden
productos derivados que generan unas transacciones de 22 billones de euros, que
a su vez modifican los precios de referencia de los seguros de crédito, y en última
instancia el coste del endeudamiento, al margen de la evolución real de los
agentes, estados o grandes corporaciones, que han emitido la deuda subyacente.
A efectos comparativos, la deuda pública externa mundial se eleva a 12,5
billones de euros y la deuda externa de bancos y grandes empresas, a 38,5
billones, todos los datos referidos a diciembre de 2011. ¿Realmente se
necesitan 43 euros en derivados de seguros de deuda por cada 100 euros de deuda
pública mundial? Por supuesto que no. Aquí no se trata de asegurar las compras
de deuda, sino de otra cosa.
Las personas mencionadas y otros responsables de
los grandes bancos mundiales, de la City y de los mercados financieros de Nueva
York y Chicago (sede de los principales casas de compensación de derivados)
determinan en última instancia el comportamiento de los mercados en relación con la deuda pública, no solo porque los
grandes bancos son los principales compradores de deuda, sino porque a través
de las operaciones en los mercados derivados, pueden influir en la evolución de
los precios de los títulos de deuda que emiten los gobiernos. Y, de este modo,
condicionan las políticas públicas en función de satisfacer las exigencias de
los mercados. Un auténtico gobierno
en la sombra.
Quizá alguien quiera encontrarle una explicación
económica razonable al hecho de que en todos los países fronterizos con
Alemania sus tasas de interés de referencia para la deuda externa se hayan
reducido desde 2010, independientemente de que pertenezcan o no a la eurozona y
de que su deuda pública externa haya disminuido en estos últimos años, como en
Bélgica u Holanda, o haya aumentado, como en Alemania, Francia, Austria, Rep.
Checa, Polonia Suecia, Dinamarca y Luxemburgo. Y a que en el resto de países de
la eurozona, salvo Finlandia y Malta, las tasas de referencia hayan aumentado
tanto si la deuda pública está subiendo como si está bajando. La única
explicación que puede tener visos de coherencia es la que apunta a una gestión
favorable de la deuda de los países fronterizos por parte del capital financiero
alemán (o germano-holandés) para evitar el peligro de provocar olas sociales
cerca de casa.
Tampoco se puede pensar que la gestión financiera
internacional se lleva a cabo al margen de los principales gobiernos. La colusión
de intereses entre bancos centrales, gobiernos y grandes bancos es uno de los
factores que más están deteriorando la democracia en los países centrales. Hay
un interés deliberado por parte de los países que controlan los mercados
financieros, sobre todo, Estados Unidos y Gran Bretaña, para que la situación
se mantenga dentro de los cauces establecidos: unos pagan demasiados intereses
y los acreedores los utilizan a su vez para financiar una deuda propia mucho
mayor. Las lágrimas de cocodrilo de la prensa económica (es decir financiera) británica
o de responsables de la administración y de renombrados economistas de Estados
Unidos en torno a la situación en la eurozona, solo pretende evitar un
descontrol total de la situación que podría perjudicarles, en tanto que mayores
deudores mundiales (la deuda pública externa de EE.UU., de 4 billones de euros,
ha aumentado más de un 20% en los últimos dos años) financiados a tasas de
interés preferente.
En todo caso, invitan a Alemania a juntarse al
grupo de paganos por la vía de la emisión de eurobonos, cuyo precio sería una
media de las actuales tasas de interés que pagan los países de la eurozona, más
una prima de riesgo que se encargarían de endosarle los mercados financieros de
Londres y Nueva York. ¿Qué interés puede tener Alemania en multiplicar por dos
el volumen de intereses que tiene que pagar por su deuda?
Pero en ningún caso los gobiernos británico y
norteamericano pretenden revertir la situación de inestabilidad global a corto
plazo, lo cual pasaría indefectiblemente por liquidar el enorme y rentable
mercado financiero especulativo, en particular los mercados de derivados no
regulados, que es el principal instrumento para mantener la asimetría en las
tasas de interés de la deuda más allá de las diferencias económicas reales
entre países. Siempre es más fácil echarle la culpa a los salarios.
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