De mi increencia, feliz, responsable y libre

Mikel Orrantia Diez –Tar. Forua, 16.05.2008

Asisto como lector a un interesante y cultista debate entre ateos increyentes y creyentes generalmente cristianos, que creen en la existencia de seres todopoderosos superiores, quizá creen en cosas como que María fue madre de Dios y dio a luz sin perder su condición virginal a un hijo de hombre y dios a la vez que forma parte de la santísima trinidad que gobierna todo y deja libertad a los hombres para salvar su alma o condenarse eternamente. Un Dios ante cuya presencia indefinible se gozará eventualmente toda la eternidad, si te ganas su opinión durante tu transito por este valle de lagrimas, del que, por otro lado, nadie, menos los curas y obispos, quiere irse. Un Dios omnipotente que dirigen al hombre y el cosmos desde un principio a un final diseñado ex profeso. Un debate que tiene lugar estos días en el foro en Internet de EL POMBO (http://www.elpombo.com/foro/) y me siento tentado de aportar unas reflexiones, aunque obviamente por esta tendenciosa exposición de entrada al asunto se me nota el color de la pluma, y procedo:

Casi que me disculpo de entrada por mi intromisión, además, no tengo ni la mas minima intención de apoyar mis opiniones subsidiándolas a las expresadas en su día por algún docto maestro pensador. Amén.

Soy ateo. Me hicieron cristiano sin pedirme permiso. Me hice ateo por mi cuenta, aproximadamente cuando llegue, por casualidad, a los 22 añitos (por casualidad, ambas cosas: llegar a esa edad, que podía haber sido otra cualquiera, y la mayoría de edad de entonces (Bruxelles 1971)).

No fue fácil, no, en modo alguno. Lecturas, reflexiones, debates... Primero empecé cuestionando la posibilidad de que un sacerdote cualquiera pudiese orientar y mandar sobre mis decisiones y la perdida de libertad y responsabilidad que eso suponía y a la que no estaba en modo alguno dispuesto a renunciar; Luego me fabrique un cristianismo sin clero ni papado a mi medida: cómodo, versátil, factible de ser vivido con esa libertad y responsabilidad que tato me gustaba y me define. Mas tarde fue ganando puntos en mi cultura y modo de vida el materialismo: pondría a Dios al principio y al final de todo lo demás; todo lo demás era el materialismo, ya para entonces... El resto fue mas fácil, y mas complejo.

Veamos. Un día estábamos leyendo en nuestro piso de Bruselas, mi compañera y yo. Nuestro primer hijo, Orkatz, estaba en la cuna entre nosotros, jugando; se asomó demasiado, fue en un momento, cuando salte a por el, ya estaba de cabeza en el suelo... No fue nada, apenas unos lloros... Pero yo me levante disparado, quizá pensando que podía haberle perdido, quizá me acordé del Dios bíblico, ordenando a Abraham ajusticiar en sacrificio a su hijo en honor de su Dios, y mirando como enajenado a los rincones de lo alto del techo de la casa, jure y maldije, gritándole a lo mas sentido de lo que me quedaba como propio de mi Dios que bajase si tenia agallas... Obviamente, ni bajo ni me partió el alma con su dedo irónico y despiadado; pero a mi me dio un remate a mi cultura. Algo que se acrecienta cada vez que envía su cólera divina contra los más miserables y abandonados de la mano de Dios de este mundo cruel para con los pobres y desheredados de la cultura y la riqueza: terremotos, tsunamis, volcanes, pestes y epidemias… diezman las poblaciones de creyentes enviándoles a ver a Dios y a gozar eternamente de su presencia y visión (¡que peste tiene que ser ese cielo!). ¡Hay que ser creyentes!. No, sin bromas.

Bien entendido: una cosa fue la mala ostia, otra el remate reflexivo que vino en los días y semanas sucesivos. No fue por mucho tiempo; pero la conclusión fue rotunda y me sentí liberado y responsable sin religión alguna a la que rendir cuentas, otra, que a mi propio sentido de la humanidad y la cultura y la responsabilidad libre que adquiría rotunda y decididamente, y definitivamente también, a partir de aquel momento: Ni al principio, ni al final, hace al hombre falta dios ninguno, ni rey, ni jefe (menos aún impuesto) alguno.
No creo en Dios ni tengo religión otra que el humanismo civil e ilustrado. Menos aún creo en los dioses ‘realmente existentes’, en las dichas “religiones del libro”, ¡que tierras mas fecundas! (Palestina, Líbano, Asia y Asia Menor y Central… por no mencionar otros lugares como Egipto, Centro America…), dejaron en herencia al mundo el mensaje de tres divinidades, tres religiones, Judaísmo, la más antigua, Cristianismo, su heredera, y el Islamismo, a su vez, la heredera de ambas; cuya lucha, primero entre si, por la hegemonía y el poder de una de sus tendencias sobre las otras, dieron lugar a cruentas y larguísimas guerras civiles entre hermanos y padres e hijos (que ¡aún duran, 2000 años después!), para, mas tarde, asolar el mundo con sus ejércitos y manuales (catecismos) de comportamiento y entendimiento obligado del mundo y el hombre y sus cosas, que, siempre, siempre, siempre, obviamente, desde David, Constantino y Mahoma, pasan por someter al agnóstico, increyente, hereje, ateo, y al errado, de otras religiones o de la propia. En el Islam, sin ir más lejos ni más cerca, se masacran aún entre si, los militantes de las diferentes tendencias de la interpretación de los mensajes de Mahoma, y, lo que es aún peor, los de sus profetas, herederos de la autenticidad del mensaje del enviado de Dios a los hombres… Pero, leed, por favor, si aún no lo habéis hecho, la versión novelada de “el Viejo de la Montaña”: “ALAMUT”, de Bladimir Bartol (1994 – Salvat) y comprenderéis, opino, mejor, las luchas por el poder, los guerrilleros de Dios suicidas, y el porque y el como de las religiones, sus dirigentes, y su relación - imbricación en el poder de domino -¡coño! ¡jolín! ¡se me ha escapado una cita!).

Y desde aquel entonces (1971, creo, hasta este hoy (2008, casi estoy seguro) vivo bastante feliz en mi increencia, bajo mi propia responsabilidad y defendiendo mi libertad y la de mis contemporáneos y futuros ciudadanos de este pícaro, fecundo, interesante y religioso y ateo mundo. Quizá os sirva de algo. Salud
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Libertad y convivialidad, son mi estilo de vida