sábado, 23 de mayo de 2009

Biodiversidad Urbana


Biodiversidad Urbana

Una historia de patos en la Ría de Bilbao

Por: Oreina Orrantia Albizu, bióloga, Jefa de Proyecto de CIMAS


Es una historia de vecindad. Entre nosotros, en nuestras ciudades, aquí mismo en Bilbao, habitan un buen número de animales que combinan en su hábitat lo urbano con los restos de naturaleza, haciendo de su vivir cotidiano un prodigio de adaptación al medio y de supervivencia frente a la adversidad.
Con este breve relato pretendo acercar la biodiversidad a nuestro entorno más próximo, la ciudad. Biodiversidad que espontáneamente relacionamos con un lejano mundo exterior al que llamamos la naturaleza. Con cierto tono de humor no exento de dramatismo, trataré de analizar y describir lo acontecido días atrás en el barrio de La Peña, utilizando terminología de la ecología en un intento de mostrar que ese mundo, aparentemente tan lejano, está aquí mismo, en nuestro entorno urbano. Veamos la historia, auténtica intriga cinematográfica, vivida por una familia de patos junto a la Ría de Bilbao:




Aprovechando la festividad del primero de mayo salimos a recorrer la ribera de la ría hacia el bilbaíno barrio de la Peña. A la sombra del Puente de Miraflores nos encontramos con una curiosa estampa: Mama Pata y sus ocho patitos, recién salidos del nido, en organizada manifestación obrera, pretendiendo atravesar dos carreteras, un muro de separación entre ambas y saltar a la ría desde una altura de 5 metros.



Mientras Mama pata espera a que pase el autobús urbano, los patitos corren de un lado para otro, dando saltos como pequeños saltamontes, incapaces de alcanzar el muro desde el que lanzarse a la siguiente carretera.

Observando la escena desde una distancia prudencial, avisamos a los viandantes para que se alejen del “paso para fauna” del corredor ecológico Miribilla-Atxuri-Los Caños, que garantiza la conectividad ecológica entre ambos barrios. El tráfico en la primera carretera es relativamente escaso, pero el de la segunda vía amenaza peligrosamente la seguridad de la familia anátida.




De repente, para complicar más el asunto, aparece un gran depredador, un bello golden retriever que, arrastrado por sus más elementales instintos, se libera del abrazo de su dueña y hecha a correr hacia las aves. Mama Pata emprende vuelo para distraer al Gran Can mientras, entre dudas sobre si impregnarlas de mi olor será mejor que dejarlas al alcance del animal doméstico, me llevo de un manotazo cinco patitos asustados, que saltan, pían, y se mueven tanto que amenazan con caerse de entre mis brazos y rozar la tragedia. Me dirijo hacia el río, buscando un lugar seguro para dejar cuanto antes la pollada, detrás me sigue mi marido, con los otros tres patitos, perseguidos por el perro, que da un respiro a Mama Pata, quien aprovecha para atacarnos en vuelo rasante.
Rápidamente llegamos a una antigua rampa de acceso a la ría, las últimas trombas de agua han movido las piedras y han creado un paso hasta una pequeña playa, repleta de flora invasora: Fallopia japonica en el arenal, plumeros de la pampa (Cortaderia selloana) y budlejas (Buddleja davidii) cuelgan de las paredes, y árboles de pterocaria (Pterocarya x rehderiana) en flor jalonan la ribera.
Dejamos a los pequeños patos en la playa, todos corren a refugiarse bajo una peligrosa fallopia, excepto el audaz Juan Sin Miedo, que corre hacia el agua y comienza a nadar, sin prescripciones técnicas de la madre. Rápidamente, sin darme tiempo a sacarlo del agua desaparece río abajo. A unos 50 metros están los patos macho, observando la escena, así que con suerte, el patito acabará en buenas alas.




Entre tanto, Mama Pata y dos machos más sobrevuelan el último lugar donde han visto a la indefensa familia, se acercan a la ría y también la registran, pero no llegan hasta donde nosotros estamos.
Hay que indicar de alguna manera a la preocupada madre dónde está su familia, y Antonio se acerca hasta donde ella y le va mostrando el camino hacia la rampa. Junto a la pollada esperamos una señora y yo, sin querer alejarnos demasiado para evitar que las gaviotas consigan una presa fácil. Sin embargo, ya es tarde, una gaviota sobrevuela la zona con algo entre sus patas, es el fin de Juan Sin Miedo, el olor del festín debe de llegar hasta sus hermanos, que pían con más fuerza todavía.
Y por fin, alcanza a vernos Mama Pata, que vuela a reunirse con los suyos y se interna entre las zarzas, haciendo uso del mejor elemento que puede tener una ribera para la protección de su fauna, la vegetación enmarañada y espinosa que les da cobijo y alimento.
La Anciana, vecina del barrio, un pozo de sabiduría popular y gran observadora, comenta que este año hay más pollos que nunca porque el Viejo Asaltador de Nidos ha debido de pasar a mejor vida y que ahora sólo tienen que hacer frente a la fauna doméstica, el tráfico, y el hambre. Este año hay menos pesca y las gaviotas están muy hambrientas. Por ello, algunas patas optan por no bajar con sus pollos a la ribera hasta que la pollada está bastante crecida.
Así es la vida, un constante cambio en sutil equilibrio, una cadena de acción-reacción, ni mejor ni peor, pero siempre amenazada por la continua intervención del ser humano sobre ella. Os propongo que contéis esta misma historia a los más pequeños añadiendo o quitando alguno de los seres humanos que intervienen en ella, el Viejo, la Anciana, la dueña del perro o yo misma. Nuestra influencia en el entorno es inmensa, y debemos ser conscientes de ello si pretendemos protegerlo y conservarlo.

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El 15/06/09 18:15, "Jon" escribió:

Increíble la fauna y flora de Bilbao. A unos pocos metros de la Peña es fácil observar ardillas rojas de árbol en árbol; todos los días sobrevuela un cernícalo el barrio de Miribilla; los jilgueros en bandadas se posan en los cardos de la subida a San Adrián; el "colirrojo tizón" aparece en el parque de la Peña con su particular graznido; la "lavandera común" es legión en esta zona....
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1 comentario:

  1. Increíble la fauna y flora de Bilbao. A unos pocos metros de la Peña es fácil observar ardillas rojas de árbol en árbol; todos los días sobrevuela un cernícalo el barrio de Miribilla; los jilgueros en bandadas se posan en los cardos de la subida a San Adrián; el "colirrojo tizón" aparece en el parque de la Peña con su particular graznido; la "lavandera común" es legión en esta zona....

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