viernes, 3 de julio de 2009

El “desarme climático” entre China y Estados Unidos



El “desarme climático” entre China y Estados Unidos


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Salud, estimado amigo. Ten buen final de jornada y un buen fin de semana.

El mundo, nuestro mundo, patria de todos los seres humanos ¡que sueño mas atractivo! Sigue sometido al imperio de poderes de dominio que juegan con las cartas marcadas de sus intereses, los intereses de todos, ¡sin consultarnos! Al menos a la inmensa mayoría de los habitantes de esta nave espacial GAIA en la que navegamos, nacemos y morimos todos.

Sea mas o menos grave, todo parece indicar que el CAMBIO CLIMATICO es una realidad insoslayable. Para unos cuantos un negocio: ayer, hoy y, quizá, si pueden, mañana; para la inmensa mayoría de sus habitantes puede ser, quizá ya lo esta siendo, una pesadilla siniestra. Primero, desde luego, es un debate científico que esta reuniendo a la mayoría de los científicos mejor cualificados y, aparentemente, mas independientes, entorno al consenso de la gravedad del tal CAMBIO. En segundo lugar, debería ser una decisión compartida, democrática y libremente, de ciudadanos adecuadamente informados que tendríamos que participar en los planes, asumir los diagnósticos y participar en los costes de las decisiones, en lo que a cada cual y a todos nos concierne... Va en ello la vida del Planeta, esta nave aludida mas arriba, y la nuestra y la de nuestros descendientes.

Ya lo he dicho más veces: a mí me gustaría dejar en herencia a mis nietos, por orden: primero, una Europa democrática y solidaria y libre y culta, de ciudadanos participativos, como nación constitucional unida que vele por los derechos de todos sus individuos ciudadanos y por el de las minorías nacionales, culturales o étnicas, bendita diversidad humana, que cohabitamos en su seno; segundo: una Euskal Herria unida plural y diversa en su constitución, y participando activamente desde su nacionalidad, en éste y ese mundo deseado; tercero: ese mundo soñado en el que el hambre y los liberticidas estén abolidos y prohibidos.

Mientras tanto: informarnos de lo que pasa desde diversos ángulos de enfoque, de información y de análisis, me parece fudnamental.

Este articulo que os envío hoy (más abajo, apunta maneras de interés evidente e independencia de enfoque y criterio. Ya me dirás, si te apetece.

Agur.

Mikel Orrantia Diez
Consultor de Comunicación Corporativa y Medioambiental
Socio director de icg2025, S.A. (ORRANTIA Consultores de Comunicación)

___________________LAS NEGRITAS SON MIAS:

http://www.cotizalia.com/cache/2009/07/03/opinion_65_desarme_climatico_entre_china_estados_unidos.html

“Por supuesto que Estados Unidos no pone la otra mejilla. Washington se defiende recordando que China es ya el primer emisor de gases de efecto invernadero del mundo y el mayor mercado automovilístico de la tierra, entre otras muchas cosas. Aunque detrás de las declaraciones oficiales se esconde un debate más geoestratégico que científico: ningún político norteamericano en su sano juicio consideraría al gigante asiático como un simple “país emergente”. Lo que ellos ven al otro lado del Pacífico es su único rival serio por la hegemonía internacional. Un eventual enemigo a quien, por supuesto, no están dispuestos a dar ninguna ventaja a cuento de la “coartada ecológica”. “

El “desarme climático” entre China y Estados Unidos

cambio climático, nuclear, potencias, EEUU, China, Obama

@Ángel Villarino (Pekín) - 03/07/2009 06:00h

Juntos, son responsables de más del 40% del C02 que se manda cada año a la atmósfera. Por separado, constituyen el principal obstáculo para alcanzar un acuerdo internacional sobre el cambio climático. Ahora, con Obama sentado en el despacho oval y a punto de celebrarse la cumbre donde se definirá la agenda ecológica “post Kyoto”, China y Estados Unidos protagonizan una frenética e inédita actividad diplomática que recuerda a los intentos de desarme nuclear en plena Guerra Fría. Igual que entonces, tenemos a dos superpotencias frente a frente: negociando con cautela, con desconfianza y sellando acuerdos de mínimos. Todo para salvar el mundo de una presunta amenaza.

La comparación quizá no sea del todo original, pero tampoco es gratuita. “Después de la terrible era Bush, el cambio climático se ha convertido por fin en una prioridad en las relaciones entre Estados Unidos y China, al mismo nivel que las económicas”, me decía la semana pasada el director de Greenpeace en Pekín, Sze Pang Cheung, recordando de memoria algunas de las declaraciones pro-ecologistas que han dejado en los últimos meses Obama, Hillary Clinton y los principales mandatarios chinos.

Aunque, claro: más allá de la pomposidad y optimismo consustanciales a cualquier rueda de prensa diplomática, las negociaciones están siendo durísimas y chocan dos posturas profundamente enfrentadas. China sigue enrocada en su papel de país emergente, alegando que el cambio climático no es cosa suya, sino de los países industrializados que le llevan décadas de ventaja contaminando. Los asiáticos también se aferran a su superpoblación, indicando que la “contaminación per-cápita” china es ridícula comparada con la de Occidente; y que con 1350 millones de habitantes saliendo de la pobreza no se pueden hacer milagros.

Por supuesto que Estados Unidos no pone la otra mejilla. Washington se defiende recordando que China es ya el primer emisor de gases de efecto invernadero del mundo y el mayor mercado automovilístico de la tierra, entre otras muchas cosas. Aunque detrás de las declaraciones oficiales se esconde un debate más geoestratégico que científico: ningún político norteamericano en su sano juicio consideraría al gigante asiático como un simple “país emergente”. Lo que ellos ven al otro lado del Pacífico es su único rival serio por la hegemonía internacional. Un eventual enemigo a quien, por supuesto, no están dispuestos a dar ninguna ventaja a cuento de la “coartada ecológica”.

China verde

Si a nivel diplomático la novedad es que por primera vez hay diálogo y una voluntad de “desarme”, en el día a día encontramos cambios mucho más profundos. Al menos en China, donde después de décadas de despreocupación por el medio ambiente, la “política verde” se ha instalado en el lenguaje oficial. Con la misma velocidad con la que ha hecho todo en los últimos años, el gigante asiático deja atrás ideas como aquella de principios de 2007, cuando en la remota región de Yunnan a las autoridades locales les pareció “ecológico” pintar de verde una gigantesca montaña para ocultar las calvas que le habían surgido al bosque tropical a causa de las excavaciones industriales.

Hoy la “fiebre ecológica” que contagia a la política china está siendo diagnosticada por grupos tan combativos e hipercríticos como Greenpeace. Otros menos sospechosos de radicalismo, como la directora del World Resources Institute en Pekín, Deborah Seligsohn, se mostró convencida al respecto: “Se ha producido un cambio radical y China está haciendo ahora enormes esfuerzos por combatir el deterioro ambiental. Sólo hay que ver el cielo de Pekín”, me dijo en una entrevista la semana pasada.

“¡Pues cómo tenía que ser antes!”, pensé yo, mirando de reojo el manto parduzco que nos cubría.

Ironías aparte, es verdad que China está aprobando nuevas leyes, intensificando los controles sobre las industrias y movilizando recursos para combatir lo que los expertos consideran el mayor desastre ambiental del mundo. En los últimos cinco años ha duplicado anualmente su inversión en energías renovables, una cifra que tenderá a crecer con los 30 mil millones dedicados dentro del plan de estímulo. En definitiva, el Gobierno chino espera que un 20 por ciento de su consumo energético provendrá de energías limpias antes de 2020, una cifra comparable a la utilizada por algunos campeones ecológicos tradicionales como Alemania o Japón.

Otros expertos (generalmente chinos y “ligeramente” a favor de obra) se lanzan a la piscina y aseguran incluso que Pekín ya ha superado el capítulo de la contaminación ambiental. “Se han cerrado miles de centrales y fábricas, y se ha obligado a muchas a cumplir con la ley. Es casi agua pasada. La fase en la que estamos ahora es en reducir el impacto en el consumo privado, como en los coches, las tecnologías de carbón límpio y la eficiencia energética de los edificios”, insistía la profesora Shiqiu Zhang, una eminencia de la Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Pekín.

Llegados a este punto conviene matizar: Pekín no tiene ninguna intención de renunciar a sus tasas de crecimiento acelerado y sigue negándose a firmar acuerdos sobre la reducción de emisiones de Co2. Además, por muchas nuevas leyes que se aprueben, la corrupción de la política local puede convertir en papel mojado cualquier código penal. “Pero el hecho de que haya cambiado de actitud es ya una buena noticia”, resumían en Greenpeace.

Antes de acabar, una última anécdota sobre el ambiente que envuelve esta “guerra fría del cambio climático”. Hace unas semanas, y en un alarde de desconfianza, la embajada de Estados Unidos instaló en su jardín una máquina para analizar la el aire de la capital China. Pues bien, según se supo el martes, los primeros resultados indican que el cielo pekinés está mucho más contaminado de lo que admite China en los informes que sirven de base para las negociaciones.

¿Da o no da para una de espías?
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